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LA LEY ETERNA

La ley eterna “no es otra cosa que un dictamen de la razón práctica existente en el príncipe que gobierna una comunidad perfecta. Pero, dado que el mundo está regido por la divina providencia, como expusimos en la Parte I (q.22 a. 1.2), es manifiesto que toda la comunidad del universo está gobernada por la razón divina. Por tanto, el designio mismo de la gobernación de las cosas que existe en Dios como monarca del universo tiene naturaleza de ley. Y como la inteligencia divina no concibe nada en el tiempo, sino que su concepto es eterno, según se dice en Prov 8,23, síguese que la ley en cuestión debe llamarse eterna” (ST I-II, 91, 1)

Dios, desde la eternidad, quiere que todo lo creado mantenga el orden establecido y vaya hacia su fin. El es la fuente y norma de todo actuar:

… la ley eterna es la razón de la divina sabiduría que dirige todas las acciones y mociones a la que están sometidas todas las criaturas y de la que se derivan todas las otras leyes... (León XIII, Encíclica “Libertas praestantissimum”, Denzinger – Schönmetzer (DS) 3247 – 3249).

En la Sagrada Escritura hay muchos textos relativos a la sabiduría, los cuales ponen de relevo el aspecto ordenador y legislador de Dios creador.

La Sabiduría es una realidad divina que existe desde siempre y para siempre (cf. Prov. 8, 22; Eclo. 24, 9). Ella es un reflejo de la luz eterna, una imagen de la excelencia de Dios (cf. Sab.7, 25s.); ella habita en el cielo (cf. Eclo. 24, 4) y a ella compete el trono con la divinidad (cf. Sab. 9, 4-10) y vive en su intimidad (cf. Eclo. 8, 3). Ella existía antes del tiempo (cf. Prov. 8, 22-26; Eclo. 24, 9) y estaba presente en el momento de la creación (cf. Prov.8, 27-31; Eclo. 24, 5) tomando parte en ella (cf. Sab. 7, 21; 8, 6; 9, 9) cuando Dios creó el mundo con sabiduría, inteligencia y ciencia (cf. Prov. 3,19s; Sal. 104, 24).

Ella estaba junto a Dios "cuando El fundaba los cielos, yo estaba a su lado” (Prov.8, 30); ella es la artesana del universo (cf. Sab. 8, 6; 9, 8), es la maestra de las obras (cf. Prov. 8, 24-30) y aún sigue rigiendo el Universo (cf. Sab. 8, 1). Ella es la armonía universal, interior a todo lo que existe (cf. 7, 22-24; 7, 25-8, 1) manifestándose en la historia bajo la forma concreta de la ley (cf. Eclo. 24, 23-24).

La Sabiduría es la primera obra de Dios engendrado desde el principio (cf. Prov.8, 22). El autor del Eclesiástico alimentado con ésta doctrina de los Proverbios insiste a su vez en la creación de la sabiduría anteriormente a todos las cosas (cf. Eclo. 1, 4; 24, 8-9) como primicia de su obra creadora (cf. Prov. 8, 22).

Jesús es la sabiduría de Dios: "La reina del Sur...vino de los confines de la tierra para ver la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien superior a Salomón " (Mt. 12,42; cf. 1 Cor. l, 24-30). Jesús, el LOGOS, existía antes de la creación del mundo (cf. Jn. 1, l). Él es el resplandor de la gloria de Dios invisible y la imagen de su substancia: "Este es el resplandor de la Gloria de Dios y en él expresó Dios lo que es en sí mismo" (Hb. 1, 3). Él es el primogénito anterior a toda criatura y el artífice de la creación (Cf. Col. 1,15 ss.), el principio de las obras de Dios (cf. Apoc. 13, 14). Jesucristo es el único Señor "por quien existen todas las cosas, y también nosotros" (1 Cor. 8, 6). Antes de hacerse carne al final de los tiempos (cf. Jn. 1, ls. 14), lo ha hecho todo y desde el comienzo da vida y luz al universo (cf. Jn. 1, 3s).

Cada artista tiene en su mente el plan de una obra que posteriormente realiza. El plan divino es la ley eterna que adquiere efectividad como ley por el libre decreto de la voluntad de Dios de dar realidad a una orden que incluye el obrar y deber del hombre en relación a su fin.

La ley eterna es una verdadera ley.

Ella es:

LA ORDENACIÓN DE LA RAZÓN DIVINA, DIRIGIDA AL BIEN COMÚN DEL UNIVERSO, PROMULGADA POR EL MISMO DIOS, A QUIEN COMPETE EL CUIDADO Y GOBIERNO DE TODO EL MUNDO.

La ley eterna es, en sí, inmutable porque se identifica con la mente divina; sin embargo, su conocimiento puede variar porque no la conocemos totalmente en si mismo como Dios. Su conocimiento puede ser por lo tanto mayor o menor, según el conocimiento de las demás leyes en las cuales se refleja la ley eterna.

La ley eterna es:

causa ejemplar de las demás leyes que derivan de ella y ninguna ley puede ser racional y justa, si no está conforme con ella;

causa eficiente ya que toda potestad legislativa procede de ella, es decir, de Dios.

A la ley eterna todo lo creado está sujeto:

las criaturas irracionales de una manera natural, siendo determinadas por la misma naturaleza a obrar según la ley eterna;

las criaturas racionales sometiéndose a ella por el conocimiento.

Obrando el mal, la criatura racional puede escapar a su "vis" directiva degradándose el nivel de la criatura irracional, pero no puede substraerse de su "vis" coactiva.

La promulgación de la Ley eterna da algunas dificultades. Ella consiste en que, partiendo de una concepción voluntarista que ve en el acto de la promulgación un elemento esencial de la ley, dándola a conocer por medio de la promulgación a los súbditos. Donde no hay súbditos, no puede haber ley; entonces no puede haber ley eterna.

Hay que recordar que la promulgación, como acto especial del legislador, se aplica en sentido propio a las leyes positivas y sólo analógicamente a la ley eterna. En segundo lugar, siendo Dios el presente eterno, en su mente divina existía desde toda la eternidad sus futuras criaturas, determinando por la ley eterna las obligaciones a que tendría que someterse.

La promulgación “activa” se da en la mente divina, la promulgación “pasiva”, como acto temporal, cuando aparecieron de hecho las criaturas.