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LA LEY NUEVA
(cf. ST I-II, 106 – 108)

 

La ley nueva es esencialmente un principio de vida. Es la gracia del Espíritu Santo, como ley interior que se manifiesta exteriormente por medio de preceptos escritos. »De Jesús proceden y a El conducen: Jesús mismo es la Nueva Ley; El conduce toda la vida si hombre. 

A la pregunta, ¿existe realmente una verdadera ley evangélica? parece que el Nuevo Testamento da una respuesta negativa: no es la ley que dio a San Pablo la libertad; los discípulos de Jesús no están bajo la ley, sino que viven según el espíritu de Cristo (cf. Rom.7, 5-25; 8, 1-8). En Cristo la ley encontró "su fin" (cf. 10, 4; Gal. 2, 16-21; 3, 24-29; ,4-7). 

El apóstol Juan contrapone a la ley mosaica la gracia y la verdad en Cristo (cf. Jn. 1, 7) y el autor de la carta a los hebreos afirma que "se canceló la disposición anterior" y que la antigua alianza "pasó a ser anticuada; y lo anticuado y viejo está a punto de cesar”(cf. Hb. 7,18; 8,13). 

JESÚS NO ANULA LA LEY ANTIGUA, LA CORRIGE ya que era imperfecta, abrogadas son las leyes ceremoniales y judiciales, no las normas morales. 

Jesús mismo, como legislador, expresa claramente el carácter legislativo del evangelio. El manda a sus apóstoles para que enseñen a todos los hombres a cumplir todo lo que yo les he encomendado "(Mt. 28, 19-20; cf. 5, 17-19; 19, 17-21; Jn. 12, 47-50; 3,34; 14, 15; 15, 10). 

El Apóstol Santiago presenta el cristianismo como: "ley perfecta" (Sant. 1, 25 ; :, 8-12 ) y San Pablo habla de la "ley de la fe" (cf. Rom. 3, 27-28), de "la ley del espíritu de vida" (cf. 8, 2), de "la ley de Cristo" (cf. Gal. 6, 2): "¿Negamos entonces i valor de la ley por lo que decimos de la fe?", Pablo responde; "de ninguna manera; todo el contrario, le damos a la ley el verdadero valor" (Rom. 3,31). Poniéndola en práctica, el hombre estará justificado (cf. 2, 13). 

Seguir a Jesús no es una regla abstracta. El mismo es la norma de vida (cf. Mt. 10, 14-25; 20,26-28). El es la luz (cf. Jn. 8,12; 9, 5; 12, 46), la vida (cf. 11, 25), el camino y la verdad (cf. 14, 6). 

Toda relación con la ley debe ser considerada a partir de Cristo. El es el centro del nuevo orden: El es " la roca " (cf. Mt. 7, 24-27); a El hay que confesar (cf. 10, 31-33; Me. i, 38; Le. 12, 8-9); a El hay que seguir hasta negándose de sí mismo, de sus familiares y haberes, incluso hasta entregar su propia vida (cf. Mt. 8, 18-22; 10,37-38; Me. 8, 34-38; Le.), 23-26. 57-62; 14, 26-33; Jn. 12, 26).

La ley antigua insistió mucho en el temor: Yahvé era el Dios de los ejércitos, el juez de los vivos y de los muertos. En la ley nuevo, Dios es "Padre" (cf. Rom. 8, 15) y todos los mandamientos (y los profetas) se resumen en el precepto de la caridad (cf. Mt. 22, 37-40). Jesús mismo da SU MANDAMIENTO: "ámense, unos a los otros, como yo les he amado "(Jn. 13,34). 

Ya en el Antiguo Testamento existió el mandamiento del amor al prójimo (cf. Lev. 19,18), pero Jesús ya no considera como "prójimo" sólo a los que pertenecen a un pueblo particular. Todos los hombres son "prójimos", sin reparar en su origen. No sólo a los amigos hay que amar, sino hasta a los enemigos personales (cf. Le. 10, 29-37; Mt. 5, 43-48). El amor es el primer valor en la escala de valores morales del cristianismo (cf. Me. 12, 28-34; Rom. 13, 8-10; Gal. 5, 14; Col. 3, 14). 

La diferencia principal entre la ley antigua y la ley nueva, pero, está en el fundamento en el cual Jesús apoya su exigencia: "como yo los he amado" (Jn. 13, 34; cf. 13, 15; 17, 21). 

Jesús presenta el amor como un deber, siendo El mismo el ejemplo de como se debe amar (cf. 15, 12; 1 Jn. 3, 16). El deber de amarse nace del amor de Jesús hacia sus discípulos. El amor es el precepto supremo de la nueva era que con Jesús inició (cf. 2, 8-11). 

Según San Pablo, cada cristiano tiene que encontrar en Cristo "su ley" (cf. 1 Cor. 9, 19-21). Muerto al pecado en el bautismo, el cristiano se abre a la influencia de otro; a la de Cristo. El, por la gracia del Espíritu Santo, renueva los sentimientos y el corazón (cf. He. 8, 10; Jer. 31, 31-34). “La ley del espíritu que da la vida en Cristo te liberó de la ley del pecado y de la muerte" (Rom. 8, 2). Por la libertad que nos ha dado Cristo ya "no somos hijos de la esclava, sino de la libre" (Gal. 4, 31; cf. Rom. 7,4). 

Siendo la ley nueva ley de la gracia, los preceptos están en orden a la gracia. La gracia del Espíritu Santo inspira y guía al hombre en su vida concreta: tener los mismos sentimientos de Jesús (cf. 15, 5; Fil. 2, 5). Sed, pues, imitadores de Dios,..., y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma"(Ef. 5,1-2; cf. Col. 3,12-13).

Para el cristiano no hay otro ideal que vivir a ejemplo de Jesús (cf. 2,8-10; Rom. 15, 5). Por medio de la imitación de Cristo, el hombre vive según la voluntad de Dios. Despojado del hombre viejo se revistió del hombre nuevo, imagen de su creador (cf. Col. 3, 9-10). 

En el plan del conocimiento, la acción divina transforma el hombre desde su interior, dando a todos sus actos un valor sobrenatural. La luz de la fe hace descubrir en los otros hombres, otros hijos de Dios y saca al hombre de su egoísmo y de sus límites. Dios es amado por sí mismo y los demás como hermanos en Cristo.

¿No basta sólo la ley interior? - ¿Por qué también una ley exterior? La ley exterior es necesario por razón del pecado (cf. Gal. 5, 17-18). La ley interior es "ley perfecta de libertad" (cf. Sant. 1, 25; 2, 12), la cual, pero, deja en pie la posibilidad de que el egoísmo, el pecado, vuelva a predominar. 

Aunque teniendo el sello del Espíritu (cf. 2 Cor. 1, 22), jamás el hombre está completamente libre de la inclinación hacia el pecado. 

Como Verbo, Jesucristo es la "idea perfecta" de Dios creador, según la cual Dios; creó al hombre y lo dirige hacia su fin. Siendo "la Idea", el Hijo de Dios, hecho carne, lega a ser modelo y regla, que dirige la "nueva criatura”. Con su llegada, el designo de la divina sabiduría obtiene su perfecta promulgación en el tiempo. Cristo anunció su programa en el sermón de la montaña; su promulgación la realizó en al mañana del Pentecostés. 

Siendo la Iglesia el Cuerpo Místico de Cristo, ella recibió el encargo de mantener la ley evangélica en toda su pureza y propagar en la humanidad la nueva vida de la gracia; conociendo y siguiendo a cristo se conoce y sigue la ley. 

Esta es la "razón formal" de la encarnación del Verbo. Si cada cosa visible e invisible está creada y redimida en El, y va hacia El, no sólo como Dios, sino también como hombre, Verbo encarnado, de allí sigue que el hombre Jesucristo es la norma primordial querida por el Padre.

Para que ésta "norma", que es Cristo, pueda continuar su actividad en el tiempo y en el espacio, es necesario que haya reglas idónea que traducen en cada uno "toda la plenitud que habita en Cristo" (cf. Col. 1,19). Esto es obra del Espíritu de Cristo. Es la gracia del Espíritu Santo (causa formal) (cf. Rom. 8, 2. 14; 5, 5) que hace al hombre capaz de alcanzar a su fin: la participación de la naturaleza divina, la filiación adoptiva de Dios (causa final) que presupone la justificación del hombre ante Dios (destrucción del pecado y renovación interior). Desde el interior la gracia del Espíritu Santo transforma al hombre dando a sus actos un valor sobrenatural.

Pero a causa del pecado (cf. Gal. 5. 17-18) es necesario una ley exterior que recibe su valor de la ley interior; sin ley interior, la moral cristiana se reduciría a un simple código de leyes precisas. Por lo tanto: 

LA LEY NUEVA (como norma interior) ES PRINCIPALMENTE LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO, COMUNICADA A LOS FIELES DE CRISTO (secundariamente es una norma externa, requerida por la naturaleza del hombre y de la Iglesia). 

Como presencia activa de la gracia del Espíritu Santo, la ley nueva tiene un contenido esencial: la caridad. Siendo la vida entre la personas de la Santísima Trinidad esencialmente AMOR, la ley nueva tiene que introducir al hombre en la intimidad divina. 

Amar a Dios por encima de todo otro ser. A éste acto esta íntimamente unido el amor al prójimo: "el que ama al otro ha cumplido la ley...así, pues, la plenitud de la ley es la caridad " (Rom. 13, 8-10). "El que no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?“ (1 Jn. 4, 20). 

Así: el mandamiento esencial de la ley es el amor de dios y del prójimo. y ninguna otra obra exterior es determinada por ella a excepción de los sacramentos, los preceptos morales y los consejos evangélicos 

San Tomás enumera dos clases de realidades que forman el contenido exterior de la ley de la gracia:

Cristo, en su ley, ha llamado a todos los hombres a ser perfectos: "sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt. 5,48; cf. 2 Cor. 13, 11; Sant. 1, 4) La caridad que el hombre debe tener para con Dios debe crecer sin cesar (cf. Mt. 22, '). En una palabrea: La vocación del hombre es la perfección del amor divino que lo introduce en la vida de dios mismo. 

Para lograr este fin, hay medio que son rigurosamente necesarios y obligatorios: "el te no ama a su hermano, a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?” (1 Jn. 4,20). Estos medios necesarios constituyen los preceptos morales, precisados a menudo por la ley positiva. 

Pero hay otros medios o bienes morales que aseguran la obtención del mismo fin, LA PERFECCIÓN y que la tradición cristiana ha reconocido siempre como fundados en la escritura. Ellos son los consejos evangélicos: LA POBREZA (cf. Mc. 6, 7-9; 10, 17-22),  CASTIDAD (cf. Mt. 19, 12; 1 Cor. 7, 7. 25-35) y LA OBEDIENCIA (cf. Mc. 10, 43). son la renuncia a valores naturales que no son indispensables al fin del hombre y encierra, a causa del pecado, una ambigüedad, un riesgo de pecado. 

En relación a la ley natural, la ley nueva fue dada como "fundamentación" de la ley natural: materialmente es su perfección, formalmente la eleva dando al hombre la fuerza de cumplirla plenamente (cf. Rom. 1, 16; 1 Cor. 1, 18). 

La moral cristiana es fundamentalmente religiosa en cuanto implica un Dios. El elemento esencial de ésta moralidad no es en primer lugar la relación entre ley y obligación, sino el elemento de la gracia. 

La gracia., como ley interna, surge del interior del hombre y lo impulsa hacia el bien; el mismo hombre es quien se impone a sí mismo el caminar hacia el bien. 

La ley externa el hombre la siente ordinariamente como algo que está fuera de el, que le impone algo contrario a su voluntad, como coercitiva. De hecho la ley externa no debiera existir; toda ley debiera ser interna como es la ley natural.  Pero esta misma ley el hombre la formula en principios externos (por ejemplo: no matar). 

A causa del pecado en el hombre está radicado el egoísmo. Encontrándose con la ley, el hombre siente que su voluntad se resiste. Con la gracia de Cristo, el hombre se transforma y la ley se interioriza. Esta transformación hace que el hombre, por su ley anterior, ama. Así, la ley que era algo extraño al hombre viene interiorizada en el espíritu y tace al hombre inclinarse hacia el bien. 

Para el hombre pecador, egoísta, la ley es externa, coercitiva; para el hombre de la gracia la ley se ha convertida en ley interna e impulsadora hacia el bien en la libertad. 

La gracia hace que

La ley, precepto, es un elemento secundario. Existe, para que la gracia la use como si fuera la dirección en la cual el Espíritu debe conducir. De esta manera los mismos receptos vienen interiorizados. Sin la gracia, los preceptos serían la pura ley externa, coactiva, ley de pecado, ley de muerte en contra de la ley de la vida. 

En general la ley / precepto indica lo que el hombre, que vive del Espíritu, debe hacer: INDICA Y OBLIGA. La ley supone el hombre en camino hacia su fin. Mientras para el hombre justificado y "viator" la ley externa es control que tranquiliza su conciencia, en el hombre no justificado la ley es condena.. 

La ley, en cuanto letra, no da la salvación porque no conduce a "lo perfecto" tocando siempre casos particulares. Es la gracia la que hace crecer al hombre, la caridad no conoce límites.

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